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miércoles, 23 de septiembre de 2009

Cuando el dinero no es todo + El dinero y la devaluación.

- ¿Qué buscas para cambiar?- Y, por lo menos, un 30% más…Con más frecuencia de la que uno pudiera suponer, esta suele ser una de las respuestas más escuchadas de potenciales candidatos que, si bien se encuentran empleados, merodean el mercado al acecho de mejores oportunidades que impliquen un cambio laboral. Ahora bien, ¿es correcto que el dinero sea lo único que motive un cambio?¿es éste el análisis válido para evaluar una nueva propuesta?¿O depende de cada individuo? ¿O en realidad depende de la profesión? ¿O del momento de la carrera laboral? Múltiples interrogantes, algunas reflexiones.
Cierto e incuestionable es que todo trabajo merece recibir una justa retribución económica. Sin dudas. Conocidas teorías motivacionales ya han transitado este terreno para concluir en la existencia de necesidades higiénicas. Pocos cuestionan esto también. Deseos básicos, primarios; que de no ser satisfechos en su mínimo nivel, producen la lógica insatisfacción. El punto entonces, reformulado y develado, asoma más nítidamente: ¿Qué lugar debe ocupar el dinero en la propuesta laboral integral de un profesional? O mejor, ¿en qué prioridad merece ubicarse el componente económico dentro de los motivos que impulsan a las personas a trabajar?
Las respuestas, políticamente correctas, esgrimirán que, en primer lugar, lo que verdaderamente importa es el desarrollo profesional, el sentirse realizado, el clima laboral, el desafío personal y tantos otros loables motivos, que poco más conducirán a las lágrimas. Fría e impávida, la cruda realidad envía día a día signos en otra dirección.
Algunos hechos:- Ejecutivos que intempestivamente levantan campamento –con pareja, hijos, mascotas, lo que sea- y aterrizan en ciudades que jamás siquiera elegirían ni para un fin de semana de vacaciones, empujados por apetecibles sueldos y suntuosos extras por desarraigos que vanamente intentarán compensar afectos que quedan atrás. - Compañías que -aún hoy- siguen ofreciendo obscenos bonos por resultados que, en la pirámide de la organización, pueden hasta multiplicar por diez los ingresos mensuales. ¿La consecuencia? La construcción de un vínculo primario entre el empleado y la empresa bañado sólo de interés, sustentado en una frágil motivación extrínseca. Ejecutivos que sin sonrojarse espetan un “estoy esperando a marzo a que me depositen el bono del año pasado para empezar a buscar trabajo…”- Jóvenes que eligen sus estudios en función de la empleabilidad futura y la magnitud de cómo la misma es recompensada por el mercado en lugar de guiarse por su vocación o intereses más profundos. Con certeza, todos estos simples ejemplos encontrarán veloces excusas de ocasión por aquellos que se sientan identificados o involucrados. Que sólo se trata de situaciones momentáneas, que el país y/o la crisis económica internacional no dan otra opción, que el sistema funciona así; mirar para otro lado puede adoptar las formas que uno desee.
En una sociedad materialista y hedonista, dominada por el imperio del éxito y que olvida los medios o costos ocultos necesarios para alcanzarlo, elegir trabajar en lo que a uno lo hace feliz sin radiografiar previamente el recibo de sueldo, seguramente suene utópico. En la otra vereda, aquellos que añaden ceros año tras año a sus cuentas bancarias en oficinas que cada vez los motivan menos o los apañan en cómodas rutinas, argumentarán que durante todo ese tiempo, ellos han hecho su negocio. Han asegurado su porvenir y ahora se dedicarán, finalmente, a disfrutar.Sin embargo, interesante para este grupo sería poder ofrecerles aquella singular balanza que permitiese sopesar por un lado estos ingresos y por el otro el valor de las vocaciones relegadas, los sueños no emprendidos o los deseos olvidados. Algo así como un flujo de fondos del costo de oportunidad que implicó asegurar su futuro. De ser esto posible, la comparación puede arrojar algún que otro sinsabor difícil de digerir.
Aunque algo más es cierto, y no es menor. Este ejercicio jamás tendrá sentido para aquellos que sí, en cambio, optaron desde el vamos por forjar sus carreras priorizando otros motivos más trascendentales. Privilegiando su desarrollo personal, apuntando a su autorrealización o más aún, a la de los demás.






- Una visión desde el psicoanálisis. El dinero, al fin, es un símbolo abstracto, mercancía de las mercancías, sólo posible en un desarrollo global, que es irreversible, aunque no nos guste. Es cierto que la coyuntura habilita variados recursos para subsistir, los que sin ser ilícitos, abren la posibilidad de seguir viviendo. La gente acude al trueque como forma de procurarse lo esencial, o de paliar las carencias de la economía ''formal''. El dinero, al fin, es un símbolo abstracto, mercancía de las mercancías, sólo posible en un desarrollo global, que es irreversible, aunque no nos guste.





Se entiende por dinero cualquier mercancía ampliamente aceptada como un medio de cambio y medida de valor en pago de bienes y servicios o como descargo de deudas y obligaciones. El dinero actúa como: 1. Un medio de cambio. Fundamentalmente debe aceptarse en el intercambio de bienes y servicios y dar a su propietario el poder de comprar bienes y servicios. 2. Una medida de valor. Debe utilizarse para comparar el valor de bienes y servicios entre sí con referencia a la mercancía patrón; es decir, debe ser capaz de utilizarse como unidad de cambio. 3. Una medida de pagos diferidos. Los individuos que convienen en recibir el pago en fechas futuras, deben estar seguros de que el valor que recibirán entonces no será inferior al valor de la fecha de la transacción. 4. Un almacén de valor. El dinero no debe deteriorarse con el tiempo y su poseedor debe poder retenerlo de un modo indefinido como un medio de cambio. El valor del dinero se mide en función de lo que se puede comprar; si aumenta su valor podrá comprar más cosas y si su valor desciende comprará menos. Debido a que los valores de todas las mercancías se expresan en precios, el valor del dinero puede medirse por el nivel de precios; si el nivel de precios sube, el valor del dinero baja y, si desciende, el valor del dinero aumenta. La devaluación es la reducción del valor de la moneda nacional en términos de las monedas extranjeras. Para que una devaluación origine una mejora en la balanza comercial, debe existir una flexibilidad en la economía del país devaluante que haga posible un aumento de la oferta de bienes para la exportación y unos sustitutos para las importaciones. Si no es posible aumentar la producción, la presión adicional de la demanda originada por la devaluación dará lugar a la inflación. Por lo tanto el momento más desfavorable para devaluar es cuando el país está sufriendo la inflación, ya que entonces existe poca laxitud en la economía. La situación más favorable se da cuando existe cierto desempleo y una utilización no plena de la capacidad, ya que entonces la demanda adicional generada por la devaluación, activa los recursos ociosos. Cuando un país se encuentra en alto nivel de empleo, la devaluación puede producir unas fuertes presiones inflacionistas no sólo en el lado de la demanda, sino también en el lado de los gastos. La devaluación eleva los precios de las importación; por ejemplo en muchos países las importaciones consisten principalmente en productos alimenticios y materias primas; una subida de estos precios aumenta el costo de la vida, que generalmente dará lugar a unas demandas de aumento de salarios por parte de los sindicatos para compensar a sus miembros de la caída de sus rentas reales. Si la demanda de bienes de consumo y otros productos de consumo acabados es alta, es probable que los empresarios concedan estas demandas de sus costos a los consumidores mediante un aumento de sus precios. A menos que el Gobierno reduzca la demanda, la espiral precios - salarios seguirá.





http://www.eldeber.com.bo/2008/2008-10-27/vernotacolumnistas.php?id=081026191010
http://www.apertura.com/notas/202381-cuando-el-dinero-no-es-todo

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